martes, 25 de febrero de 2014

LOS SUEÑOS... ¿SUEÑOS SON?



Decía un conocido escritor, que "los sueños,  sueños son."

¡Podría diferir con él tantas cosas... pero a la vez coincidir en tantas otras! Y en cuanto a la susodicha frase estaría con la misma disyuntiva,  convirtiéndose en paradoja,  como tantas me rodean día a día.  Primero tendría que definir que es un sueño para mí, para luego confundiros con mis ambivalencias paradójicas, y conseguir no sé qué revolutum más caótico si cabe. No es mi intención,  eso sí puedo asegurarlo,  eso sí es claridad entre mis neuronas con colapsos en su circulación. Únicamente es una reflexión abierta, al aire... para que en el mejor de los casos se la lleve el viento.

Muchos me conocéis en estas lindes, para otros alguien desconocido, que dice no sé qué historias cuyo contenido resulta extraño con no ciertos ápices de desconcierto. Siento lo último,  pues tampoco es mi intención.  Pero para conocidos y no tanto, ya sabéis que a veces me disperso. ¡Disculpas por enésima vez!

¡Los sueños,  sueños son! Este Calderón de la Barca o era el agua fiestas de la época,  o compartía en secreto esa inmensa soledad que tan asiduamente padecemos. ¡Quién sabe amigos, a lo mejor contamos en nuestras filas de agorafóbicos a una ilustre personalidad literaria! --permitidme este sano sarcasmo--

Los sueños son lo que dice, gramaticalmente no hay error, pues de lo contrario serian realidades y por ende la connotación onírica no existiría.  Otra cosa es lo que quiere decir con esa frase, pues para mi puede ser desalentador mire por donde mire. Pues únicamente descifro en tal frase un inmovilismo claro y manifiesto, desolador y desalentador. ¡Si el sueño es sólo eso, incapacita de per sé que deje de serlo, que se convierta en un hecho! Calderón,  creo que te sacaré de mi lista de lecturas por muy eminencia literaria te hayan declarado. Supongo que un conjunto de estudiosos y autodenominados eruditos,  con sus gafas de pasta, cristales gruesos, y eternos diálogos entre si, son los únicos para alzarte a esos altares. Lástima que ninguno de ellos atravesará lo que tanto llevamos caminado, una agotadora Agorafobia con una desoladora Depresión.

Pero, y desafortunadamente en algunos ámbitos,  para mí, lleva parte de razón,  aunque me empeñe en no otorgársela.

Cuántos sueños he perseguido para convertirlos en verdad, y me son negados no sé por qué Ente superior, o por casuísticas inesperadas. ¡Oye, quizá estamos confundidos, y Dios se llama Calderón de la Barca! Sería un hito histórico... prometo compartir con todos los beneficios de tal hallazgo, jejejeje...

Pero volviendo al tema, y sabedor de alguna riña de cierta amiga, este tipo niega hasta mi propio ser. Pues entre mis pocas virtudes, cada vez menos, soy el típico tonto idealista que cree en el amor, la solidaridad, el altruismo, la confianza, la entrega más completa... ¿Y que es si no un ideal? ¿No es la persecución de sueños para que dejen de serlo y convertirlos en hechos, arrebatándolos de las manos de la utopía?  De ser así, nuestro ilustre no sería más qué una copia barata, cuasi plagio de un Parménides en todo su esplendor con su axioma del todo y nada cambia, todo permanece. (Eruditos Calderianos, ya podéis echaros las manos a la cabeza y soltarme todo tipo de sapos y culebras verbales. Yo sólo os digo que las palabras..., palabras son)

Pero he de reconocer que muchos de mis sueños se diluyen y me siento como un infante ignorante desconocedor de las crueldades de la vida mientras duerme en su mundo de Mago de Oz.
 
¿Y con qué sueño? Buena pregunta pero con fácil respuesta, pues uno es pobre hasta en soñar. No busco riquezas (ni siquiera juego a la lotería de navidad) ni notoriedad. Busco lo que todos, sanar, ser feliz, amar y ser amado, tener lo imprescindible para vivir,  incluso me conformo con sobrevivir, sentirme lleno interiormente,  con paz interior e intentar que la tranquilidad de mi conciencia se perturbe lo menos posible,  que las confianzas entregadas no se vean decepcionadas, y que la armonía en sus justas medidas (también tengo los pies en el suelo) sea el denominador común de mi vida, y no la torturante paradoja que no me la quito ni con aceite hirviendo. Y que los dolores más profundos e intensos que viene de la mano de la tristeza no sean sufridos por nadie.

Eso en cuanto a mí... Sobre los demás ya cité algunas cosas en párrafos anteriores donde la Empatía es un rasgo de los que más tengo presentes.

¡Y no espero que dichos sueños se formalicen sentado a la espera de "campanilla" y sus soplos mágicos!  No. Hay una tremenda lucha interna y externa para ello. ¡Pero las fuerzas flaquean, las decepciones paralizan, la depresión interpreta su papel y...en este negro día cargado de lluvias y grises, todo parece diluirse por cualquier alcantarilla arrastrado por esas fuertes corrientes de aguas fluviales!

No me hagáis mucho caso... sólo hacérmelo cuando hable más en positivo. Sólo una reflexión al aire, que quizá  –y eso espero– se la lleve el viento.

¡Eso sí,  y que quede meridianamente claro! Calderón,  hoy te has convertido en mi principal enemigo número uno cual Ben Laden. ¡Y aunque sé que no estás entre nosotros, con este frío invernal,  no vendrían mal ciertos libros para quemar y avivar la chimenea! Al menos que sirvas para dar calor,  cosa que no han hecho tus famosas palabras.


Un saludo amigos.

viernes, 21 de febrero de 2014

ÉRASE... QUE SE ERA.


   Hace ya un tiempo en que una persona, viva, complaciente, idealista y siempre risueña, navegaba con pies firmes y alegres por los lares de este mundo, de su mundo, pensando que la vida a pesar de sus avatares era digna de ser gozada. Un joven confiado y confiador en el otro, aunque dicha virtud o defecto, le trajese más que una decepción. Aún así, su carácter y personalidad no menguaba, pues pensaba que de hacerlo por mucho que le aconsejaran, dejaría de ser el mismo para convertirse en no sabe quién. Su vida más íntima le hace feliz, su trabajo aunque duro y agotador lo hacía sentir realizado, su interacción social uno de sus más queridos hobbies, junto con las pequeñeces y trivialidades de las pequeñas rutinas diarias tan importantes como lo anterior para identificarse con el sentimiento de la felicidad. Su vida no era un cuento, su vida era normal, anónima, simple y compleja en partes casi iguales… Aún así, su interior insuflaba paz y su alma irradiaba algo, nadie sabe qué, contagioso como un virus pero agradecido por los que le rodeaban.

         Como os contaba, su vida no era de ensueño aunque la vivía soñando, con pies sólidos en el suelo, pero que permitían que su mirada brillara de forma especial y su faz estuviese siempre sonriente ante cualquiera que se topara con él. No le importaba que tal acto en una futura vejez le llenara de arrugas, pues cada una sería signo de una sonrisa, y a la par, de que alguien conocido o no, por un momento, se sintió bien con ella. De esta forma le gustaba actuar… O más bien, le gustaba ser. Un ser amante de la naturaleza, de los animales, de las personas… Comprensivo y a la vez diplomático, huyendo del conflicto no para esconderse de él, sino para alejarlo de los demás, pues su fin más preciado, buscado y querido era la armonía. Una persona que no se identificaba nunca con la palabra utopía, al contrario, era todo un reto por idealismo y convicción, arrebatar su significado para darle otro. Conseguir que dejara de serlo intentando conseguir lo que por definición era cuasi imposible hacer, y de esta forma y en pequeños grados ir erradicándola del diccionario y sentir que casi todo es posible. Sólo era una barrera más a derribar y de este modo seguir insuflando lo armónico.

         Pero las reinas malvadas siempre llegan y no con manzanas envenenadas cual cuento. Llegan sin esperarlas, sin percibirlas, sin avisar y sin ser llamadas. Aun así aparecen, y lo peor de todo, para no querer irse. Dicen que la vida da muchas vueltas… A este joven le pareció que lo metían en la mayor lavadora con el más alto grado de centrifugado. Su vida no giró, simplemente se paró como un antiguo reloj de mesa con sus agujas fijas siempre en la misma hora y blanquecino por el polvo incrustado de los años.

         La incomprensión se apoderó de su pensamiento, la perplejidad de su corazón, y esa quietad impuesta contagió su alma para aprisionarla con la más fuerte de las camisas de fuerza. Y no estaba loco, pero la cordura parecía desvanecerse ante el shock de lo que le acontecía, ignorante aún de lo que verdaderamente era. Sus ojos se apagaban aunque seguían brillosos. Esta vez un macabro resplandor ocular que sólo denotaba tristeza, abatimiento y derrota. Sobre todo, y nunca mejor dicho, real reflejo de su ánima agotada.

         La sonrisa se tornó en faz apagada, en mejillas sonrojadas al igual que su nariz, pues las lágrimas se tornaron en las más asiduas de las compañeras, cambiando de esta forma el color de su tez. Su idealismo se volvió en su contra dando paso al más absoluto y desolador pesimismo revestido de falsa realidad. Su vejez sería todavía más arrugadas y su cara todo un mapa donde las grietas y las patas de gallo ocultarían lo que un día era radiante para solamente denotar los sufrimientos vividos. Y lo más cruel, lo que más le hería, era que su armonía, su añorada armonía, se había marchado por no sabe qué puerta quedándose inmóvil para tratar de buscarla y recuperarla. La utopía se transformó al instante en axioma. Y sin saber cómo y a una velocidad vertiginosa, despertó una mañana y comprobó con cierta lucidez, que estaba aprisionado con unas impuestas cadenas con la más sólida de las aleaciones en sus eslabones. Y aquello que lo identificaba, construido en años, pasó de un plumazo a sentirlo efímero.

         Y desde ese momento, recobrando ánimos y contrarrestándolos los desánimos, intentaba cada día salir de esa cárcel impuesta. Su alma se quejaba de la situación que vivía y su único afán, con la mayor de las melancolías, era volver a ser la que era… A irradiar aunque como sacrificio por tal recuperación se perdiera algo de su esencia por el camino. Pero las esencias quieren siempre volver a su estado natural, ser libres y navegar por los vientos, y no estar enjaulada y amordazada por vete a saber que males allí la obligan a estar.

         Los días pasan, y la lucha continua intentando serrar uno a uno cada eslabón de esa pesada cadena para intentar recuperar, aunque sea mínimamente, lo que fue y no quiso dejar de ser. Y con el paso de cortos años, vividos como si fuera la peor de las eternidades, volvió a despertar para aunar valor esta vez e intentar conseguir de nuevo que la utopía deje de serlo. Y aunque la lucha no ha acabado, y su alma sigue obligada a estar callada, un nuevo impulso movido por recobrar su ser y la mayor de las melancolías, trata de zafarse de las garras que lo atrapan. Y no cejará en su empeño cueste lo que cueste, aunque por ello, parte de su ser quede oculto y no lo recobre. Pero el hecho de volver a ser algo parecido a lo que era, merece más la pena, que ser quién no es.

            Ese joven Soy Yo. Aunque puede ser cualquiera de ustedes.

        Y sí, preguntarán que sucedió, que misterioso acontecimiento causo tales avatares… enfermedad, desilusión, decepción, traumas, accidentes… qué más da. Pues cuando menos se espera la vida te mete en su lavadora para darte el mayor de sus centrifugados… Sólo una pequeña  recomendación. Intenten que el pestillo de dicha máquina pueda abrirse por su parte interna. Pueden evitar muchas cosas. Y si a alguien ven en esa situación, no piensen que es la colada de la vida… apresúrense en abriles la puerta y puedan salir del mareo producido por tanto golpe del tambor de tal metafórico electrodoméstico.